miércoles, 6 de marzo de 2013

SOLIMAR…

Aquella mañana del jueves 28 llegamos temprano Chicho y yo, y ya estaban algunas profesoras y profesores con ropa deportiva listos para partir. Susana, la capitana del equipo organizador estaba con sus listas entregando los tickets para el agua blanca, las gaseosas, el menú y algo más. Kelly apoyaba a Susana y nosotros nos fuimos a tomar desayuno.
Wilson, Angelito, con sus sombreros,  discutían si llevaban los instrumentos o no. Decidieron que no y junto a los demás profesores subieron a los tres carros para dirigirnos al Km 27 donde estaba el club privado Solimar. Pancho y yo subimos al carro más pequeño y conversamos un poco sobre la España decimonónica. Otros compañeros leían sus diarios o conversaban sobre temas diversos. Algunos prefirieron dormir un poco hasta que lleguen a Solimar.
Una vez que llegamos al club, nos pusimos en contacto con la señora que iba a preparar los ambientes para los juegos y el almuerzo. Asistimos a la pequeña capilla y después de la oración, la mayoría fue a recibir su agua San Luis. A medida que tenían el agua refrescante, visitaban las instalaciones del Club y se acomodaban en diferentes ambientes, en especial, en la piscina. Aunque el sol no salió en todo su esplendor, hacía calor y la mayoría se echaba bloqueador en diferentes partes del cuerpo.
El Padre Ronel y Pepito Novoa iniciaron una larga caminata por la playa para ver más de cerca al carguero; otros, disfrutaron de bebidas heladas para saciar la sed. Algunos grupos ubicaron sus sombrillas cerca a la orilla del mar. Las olas estaban bravas y las chicas, también. Jurissan, Meche y otras damiselas encantadoras, se fueron bien cubiertas a la orilla, pero había poca gente, así que se regresaron. ¡No había fans!
Rocío, Katherine, Laura y la señora Elizabeth C. llevaron una sombrilla grande y escucharon música y comieron abundante papitas light. Como había bastante, nos invitaron. Nos dio más sed y trajimos refrescos. César Bejarano y Pinto trajeron unos refrescos bien helados que Héctor, Élber y yo disfrutamos a las mil maravillas. En un arranque de locura, Bejarano y Pinto se lanzaron a las olas,  cuyas frías aguas los recibieron con un pequeño revolcón. Cerca de nosotros estaban Ana María B. y las dos Sofías; también estaba Yovanita, seria o molesta. Ellas observaban en silencio el flujo y reflujo de las olas.
Había transcurrido algunas horas y se acercaba la hora de almuerzo y la gran mayoría se dirigió al ambiente donde iba a realizarse el almuerzo de camaradería. Las profesoras y profesores disfrutaron de la comida y las bebidas. Después vino el baile y los profesores nuevos como las profesoras nuevas gozaron con la buena música y bailaron como nunca lo habían hecho. Todos estaban contentos y llegó la hora de partir que nos produjo cierta tristeza y esperando que lo más pronto posible, se produzca otro paseo  de integración igual a este, que nos hizo bien y lo recordamos con mucho agrado.