lunes, 26 de septiembre de 2011

A PESAR DE LA VIDA, A PESAR DEL SILENCIO

La primavera ha venido/nadie sabe cómo ha sido.
                                                                                                                                
·         Aquella mañana del 23 de setiembre, la llovizna menuda se burlaba de mí, pero yo estaba contento porque se había producido un milagro. Me encontré con un viejo amigo, un libro. Decidí sacarle la lengua a la estación y sentirme importante, a pesar de todo
·         Para mí fue importante,  porque la eterna espera de La ciudad de los Segelfoss, una obra de Knut Hamsun, que yo decidí leerla cuando tenía quince años o más, se ha hecho realidad. La estoy leyendo. Nunca es tarde. El viejo y eterno libro me esperó a pesar del color amarillento, a pesar de las polillas, a pesar de la carátula deteriorada y descolorida, el libro de Hamsun, como el dinosaurio de Monterroso, todavía estaba allí. Cómo olvidar las novelas Hambre y Pan. Por ellas me comprometí a leer este libro. Soy ingrato. Lo confieso. No se imaginan, amigos la alegría que me ha traído este libro, a pesar de andar misio como el personaje de la novela Hambre, siento la Primavera como los bellos años que pasara en la ciudad de Trujillo, con mucha intensidad. Hamsun me ha hecho recordar a un gran amigo quien me prestó el libro Hambre además de muchas otras obras. Siempre recordaré cuando nos amanecimos leyendo Las mil y una noches, mientras los discos de Beethoven, Chopin y la música rusa interpretada por la orquesta de Stanley Black sonaba en nuestros oídos. Gracias Arnaldo, maravilloso amigo. Fue una etapa de libros , música y arte. Panait Istrati debe sentirse contento en Los Campos Elíseos, que dos amigos idolatrábamos sus obras, aunque algunos se burlaban. Kyra Kyralina,  Mijail, El pescador de esponjas, Codine y otros se convirtieron en la íntensa búsqueda que nosotros realizábamos en las ferias de libros. Mariátegui y LAS fueron de los primeros peruanos que descubrieron a Istrati. Romain Rolland, lo salvó del suicidio. Nosotros nos convertimos en sus lectores.
·         Sé que ahora ser lector cuesta mucho. Hay tantos distractores. Los jóvenes está
n ocupados en el chat, facebook, twitter, la fotografía. Adoran como en la época de Moisés al becerro de oro que vendría a ser la computadora o lap top. Los celulares se modernizan. Los papitos compran los nuevos juguetes para sus hijitos y los libros son tomados como objetos antiguos que antes se usaban para leer.

·         Quizás peque de pesimismo, pero veo las cosas de esa manera. ¿Habrá un ISO para la lectura y la cultura? Ojalá que sí. Unos te dan, otros te quitan.  Si algo no me pueden quitar es la imaginación y la crítica como aquella que escuché a un alto dirigente del partido aprista que no sabía emplear algunos términos tan elementales para una persona de su condición. El colmo fue mayor cuando un grupo de artistas populares que estaban en ese programa La casa de no se quién, se les ocurrió entonar el Himno Nacional y soltaron al ruedo de su ignorancia:  “que de la patria” que hasta en nuestros lares se suele escuchar.
·         Estos exabruptos salen cuando menos pensamos y lo mejor es regresar a ese maravilloso mundo que es la Literatura que a pesar del tiempo siempre habrá un momento para retomar  Julio Verne, Emilio Salgari, Alejandro Dumas, Stevenson y tantos otros que los dejamos pasar como alguna vez yo hice con La ciudad de los Segelfoss y ahora estoy contento de tenerla a mi lado, porque esa es una manera de sentir la primavera en toda su intensidad.
Obsequié un libro a una gran amiga y recibí un separador que lo estoy empleando para conversar con nuevos amigos como Lars Manuelsen, El Señor Holmengraa, Mariana, Theodor, el abogado Rasch y otros personajes de La ciudad de los Segelfoss, obra de Knut Hamsun, autor noruego.

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