viernes, 25 de marzo de 2011

Aquella tarde

Aquella  tarde,  llegué a la cancha a deshora, porque estuve ocupado en agregar más contenidos a mi programa. Era un partido de fútbol pagado y yo tenía mi pase. Bueno, como si no lo tuviera. Se me traspapeló entre el diseño curricular y otros documentos. Ahora ¿Qué hago?...Tengo que entrar sí o sí. Nunca he ingresado sin pagar desde aquella mañana de primavera en que jugaba mi colegio , allá en Trujillo y yo no tenía un cobre. Como era ágil, trepé la pared del estadio Mansiche y después de saltar a la pista, un policía me vio y empezó a perseguirme, pero no pudo atraparme, porque era veloz. Parecía una carrera de cien metros planos. Ambos estábamos en la pista y yo llegué a la meta, primero. El público aplaudió a rabiar y pifió al sargento que estaba subido de peso. Mi profesor de Educación Física me vio, y desde ese momento, pertenecía a la posta cuatro por cien,  de mi añorado colegio.
Cuando me dispuse a entrar, un guardia civil me gritó que tenía que pagar mi entrada. Le dije que era periodista. Entonces, me exigió mi carné de identidad. ¿Cómo explicarle que tengo un blog y que no tengo el dichoso carné y no recibo beneficio alguno por escribir para mis amigos? El custodio no entró en razones y sacó su palo anti manifestaciones amenazándome con usarlo si no obedecía. Será la segunda vez que haga la carrera de cien metros planos y que no iba a llegar a la meta. Han pasado tantos años y no iba a repetir el plato. Le contesté que no iba a salir porque ya estaba dentro del estadio. El susodicho personaje se puso morado y me mentó la madre,  yo le devolví con el Padre, Hijo y  el Espíritu Santo, porque soy cristiano. Se puso peor. Cuando empezó a perseguirme, en ese momento empezó el partido y las barras coreaban a sus equipos. El equipo de mi colegio jugaba dirigido por ”el colorado” . Él me dio el pase y yo no lo tenía. Los muchachos ya estaban jugando y este hijo de Buda, Marco Polo y Gengis Khan me exigía abandonar el estadio. Recién había tomado Plan Lector, por eso le mencioné tres nombres de personajes. Cuando se puso a pensar qué le había dicho, me contestó en quechua “Supaypa wawa”. Yo me acordé de mis clases de Inglés cuando una profesora escocesa le dijo a un alumno que molestaba mucho “Fuck you”. Al hombre le salió el indio y yo me dirigí al bando rival para ver si se apiadaban de este personaje de la tercera edad. Y así fue. Le lanzaron una botella de guaraná. La persecución continuó y le cayó una cáscara de plátano en la cara, pero esta vez fue de mi amigo Angelito que estaba en el segundo piso y que salió en mi defensa. Mario que corría de allá para acá y de allí para aquí con el agua, con el voltarén o icy hot, se turbó por el caos de las llamadas de uno y otro y tropezó mientras Pepe Correa gritaba a todo pulmón a dos  de nuestros jugadores que se acercaban al arco “¡Triangulación!”…”¡Triangulación!” en ese momento, nuestro delantero estrella le pegó a la pelota con tal fuerza que el colorado gritó ¡Goool! El policía se distrajo y yo me escabullí en la barra  de mi equipo.
Aquella tarde ganamos, aunque algunos rogaban que pierda el equipo del “colorado”. Yo estaba contento, pero la alegría no me duró mucho porque me encontré con el perseguidor y me dijo “Esta vez no te me escapas, blanquito”, me lanzó un puñete que yo pude esquivar con seguridad. Le lancé una patada y alguien gritó ¡Ay!...Era mi querida esposa, que me decía adolorida “que la había pateado”. Yo, preocupado y avergonzado, le pedí perdón . Le dije que había tenido una pesadilla. Le di un beso y después de su sonrisa, me levanté, me asée, y después de un jugo reparador, tomé el ascensor y bajé del edificio.  ¿ Quién estaba en la puerta del edificio? El policía, es decir, el guachimán quien al verme me saludó con respeto  y yo le contesté con reticencias y con cara de pocos amigos. En un momento, no sabía si estaba dormido o despierto. Solo sé que tenía que esperar a mi amigo Chicho para que me lleve al trabajo en su mullido Nissan del año.


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