El día lunes trece de agosto entregaban los premios de Microrrelato. Emilio Acuña me informó que ya sabía el nombre de las ganadoras. Teníamos un primer premio y un tercer premio. ¡Bien por el colegio! Nosotros formamos parte de él, así que nos sentimos contentos por el premio a nuestras alumnas de Quinto año de Secundaria.
Los dos premios no eran la única sorpresa. Quien iba a entregar los premios era nada menos que Fernando Iwasaki, el laureado escritor peruano. Nuestro escritor reside en España y ahora estaba acá con nosotros. Me pidieron que hiciera la presentación y me dirigí al segundo piso para conocer a Fernando Iwasaki. Me lo imaginaba vestido de ropa oscura, formal, de repente con corbata, como nosotros y con el aire de grandeza que presentan muchos escritores, pero me equivoqué. Iwasaki vestía sencillamente. No estaba preocupado por la moda. Parecía un estudiante de los ochenta y muy amable, sencillo.
Lo más importante de su presencia, además de los dos premios a las alumnas Landaverry y Jave, fue cuando habló a los estudiantes y profesores. Destacó la importancia de ser lector. Cuando se exhorta a los alumnos y alumnas para que lean, desde un punto de vista académico, suena muchas veces a trasnochado; sin embargo, cuando Iwasaki les cuenta a los estudiantes que él es un lector que escribe. Palabras sucintas que llegan con más honestidad y claridad, conectaron el mundo de las palabras, es decir, de la literatura, con la realidad.
El autor de El libro del mal amor, parecía un claretiano que recordaba con amor a su colegio-a pesar de no haber estudiado aquí-. Se emocionó mucho cuando escuchó de cerca a la banda del colegio, porque él había tocado saxofón en la banda de su colegio. Incluso en un arrebato de emoción, se acercó y aplaudió a nuestros estudiantes que tocaban los eufonios, trompetas y saxofones en franca coordinación con las liras, tubas y los instrumentos de percusión.
Fernando Iwasaki recordaba su época de estudiante cuando jugó fútbol por el equipo de medianos de su colegio y que hace años, nos visitó, en el campeonato de ADECORE. Además, agradecía a los niños en formación por traerles bellos recuerdos. Había pasado tantos años y había observado también la representación de Los Mártires de Barbastro y que él conocía la ciudad y tenía amigos en Barbastro a quienes les iba a contar este momento tan grato que le tocó vivir en el colegio Claretiano al lado de alumnos y alumnas, profesoras y profesores que buscaban un momento para tomarse una foto con él.
En una parte de sus palabras a los Claretianos, nos comentó sobre los escritores y artistas peruanos que están enterrados en Europa, ya sea Carlos Oquendo de Amat, Vallejo o el pintor Ignacio Merino, este último, olvidado, pero que en un ladrillo cerca de su tumba, alguien pintó una bandera peruana, y el so0lo verla, te rompe el corazón, te abre los ojos para hacerte presente que tu tierra, tu pueblo es grande, al margen del patriotismo cansino que manejan algunos equivocadamente.
Este amor a la bandera que es uno de los símbolos de tu país, lo pude ver en los ganadores de las Olimpíadas que al escuchar el himno de su país, abrazados a su bandera, soltaban las lágrimas para sentirse orgullosos de su patria.
Nosotros agradecemos al escritor Fernando Iwasaki por sus libros, por sus palabras y por ser peruano.