domingo, 13 de octubre de 2013

Los muchachos de ayer…los hombres de hoy



El sábado 12 de octubre llegaba en taxi al colegio Claretiano. Era más o menos las diez de la mañana. Hacía un poco de frío. Menos mal que llevaba mi compañera de invierno y frías primaveras: la chalina. En la puerta de entrada estaba un grupo de señores de aproximadamente 56 a 58 años. La mayoría de ellos con terno, el cabello cano, altos y bajos, gordos y flacos. Algunos me confundieron con un integrante más de la Promoción 33 (1973). Me sentí contento, porque al menos no me veían tan viejo, y eso que estaba con bigote y barbita.
Estos muchachos de ayer cumplían nada menos que CUARENTA AÑOS que habían dejado las aulas claretianas y este día estaban en su mayoría juntos otra vez. No les llegué a enseñar a todos, pero sus rostros se hacían familiares aunque no recordaba el apellido de todos. Algunos más efusivos me daban sus apellidos y como todos, muy respetuosos por el solo hecho de saber que era un profesor claretiano. Allí estaba Botto Cahuas, quien saludaba con cariño a sus profesores. Igualmente teníamos a Arias Minaya, García Festini, Pérez Silva, Chuquipiondo, el travieso Lorenzetti, el futbolista Benavides, el basquetbolista Rivarola, Butrich, el estudioso,  con quien trato de conversar desde hace tres años, pero se hace difícil. Siempre presente las figuras de Ambrosini y Villar, directivos de la Promoción y el no menos famoso
, “Chalaca” González, exalumno y profesor del colegio. Nunca he visto a una persona que quiera tanto a sus compañeros de Promoción como César-ese es su nombre- y me parece tan grandioso y saludable que lo manifiesto en este artículo.
Ya estaban todos los profesores: Juan Esquerre, Miguelito Deustua, mi hermano Jorge Tovar, Luis Sánchez Rettis “Chicho” para sus exalumnos, el profesor Jorge Gómez-exalumno claretiano- y gran gestor del encuentro de las diferentes promociones de nuestro colegio. También llegó el profesor Leopoldo Merino y su señora esposa. La mayoría de ellos ya no labora en nuestra institución y tengo que reconocer que faltaban otros profesores como Benjamín Rebolledo, Teodoro Carrascal, Jorge Pando y Huguito Díaz.
La Santa misa fue emotiva y digna de recordar. Estaban el Padre Ronel y el Padre Antonio Manzén. Las palabras de ambos llegaron a los exalumnos con cariño, con reconocimiento y como una luz para todos aquellos que cumplían cuarenta años. Los exalumnos de la Promoción 33 participaron como si fueran los chicos de antes y a la hora del abrazo de la paz, fue un momento muy emotivo entre todos ellos y nosotros sus profesores y los Padres Claretianos. Se escuchaba en la capilla estas palabras maravillosas QUE LA PAZ SEA CONTIGO. No era una expresión más. Todos la necesitamos para poder vivir tranquilos con nuestro cuerpo y con nuestro espíritu.
Después de la eucaristía, nos dirigimos al tercer piso,  al auditorio. Subían las escaleras abogados, profesores, militares de alta graduación, empresarios, ingenieros, médicos, trabajadores de diferentes áreas, compañeros, amigos, hermanos. Iban a la clase del recuerdo, después de quince años. Tuve la suerte de estar allí, cuando ellos cumplieron veinticinco años. Piérola volvió a estar presente en la clase del recuerdo y la memoria del profesor Leopoldo Merino, también. Este profesor emblemático-según palabras de uno de sus exalumnos- destacó la vida y el hecho de cometer errores, pero también nos dijo que siempre habrá el día de mañana una oportunidad para resarcirse y nunca será tarde. Don Nicolás de Piérola tenía aproximadamente la edad de nuestros contertulios cuando se dio cuenta que se había equivocado.
El profesor Merino exhortó a los estudiantes de la Promoción 33 a ser agradecidos con sus padres y en la parte final llamó a César “Chalaca” Gonzales para que a través de un abrazo represente el cariño que le tenía a todos los exalumnos de la Promoción que habían cumplido CUARENTA AÑOS de haber dejado las aulas de su querido colegio Claretiano. Con emoción cantaron el Himno del Colegio Claretiano.
Después de las palabras de Villar y Ambrosini, nos tomamos fotos en el patio principal. Las bromas estuvieron presentes como si fuera hace cuarenta años. Después, nos  dirigimos a la Sala España donde fue el almuerzo . Los exalumnos estaban alegres. Recordaban los buenos momentos de antaño. Dieron gracias al cielo por haber traído a la vida a su amigo Hermoza a quien tenían por desaparecido y hasta le habían puesto una cruz en la placa de la Promoción. Ni corto ni perezoso, Hermoza fue a borrar aquella cruz que lo sindicaba como fallecido. No sé si Manu Chao le dedicó esta canción a Hermoza, pero allí estaba este muchacho fumando la pipa de la paz, cigarrillo tras cigarrillo.

La comida fue agradable, el vino, también. Los “chicos” de la Promoción 33 pasaron un video donde ellos cumplieron 25 años (Bodas de plata) y se veían muy jóvenes, nosotros también. Muchas fotos se tomaron para recordar este día en que los exalumnos de la Promoción que llevó el nombre del Sr. Profesor Augusto Ostolaza Novoa, rendían honores a sus maestros y a sus grandes amigos y compañeros como Rudy Barrientos. Nosotros nos retiramos y dejamos a nuestros exalumnos que seguían recordando aquellos buenos momentos que vivieron desde que eran pequeños. Quiero cerrar este artículo con el título de la película de Ettore Scola: NOS HABÍAMOS AMADO TANTO (C  ´ERAVAMO TANTO AMATI).

EL AVIONCITO

La mañana como todas las de esta primavera  gélida, llegué al colegio muy temprano, gracias a Chicho que me trae en su coche. Empecé a mirar mis libros que están en un estante cerca de la mesa donde trabajo y a medida que pasaban los minutos, llegaba Hilda, Ýlder, Melissa y Lisset. Después arribaban Carola, Cecilia y otros compañeros que frecuentan la Sala de profesores. De repente, suena el timbre y nos dirigimos a la capilla. La siguiente estación es el coliseo. Nos vamos  allá. Están casi todos: Inicial, Primaria y Secundaria. Empiezan las dinámicas que nos mantienen despiertos. Yo estoy un poco dormido porque me pasé casi toda la noche leyendo Juego de tronos. Sin embargo, veo a todo el personal contento. El trabajo de Abelardo y su equipo nos mantiene como el té de Chandragupta, es decir, despiertos. Escribo en primera persona plural, pero, en verdad, yo bostezaba a cada rato, no porque me aburría, sino por las razones expuestas y mi fascinación por el sueño.
Los juegos de colores nos ubicaron en diferentes grupos. Yo pertenecía al grupo marrón y había grupo de diversos colores como el azul, rojo, amarillo, verde, etc. Espero no confundirme, pero en mi grupo estaba Katherine, Jorge Díaz, Edel, Jorge Pacheco, Danny y alguien más. Nos dieron en un sobre fragmentos en hojas blancas sobre la vida del Padre Claret. Nos sentíamos un poco avergonzados  por no recordar con certeza las fechas importantes en la vida de nuestro santo patrono. Sin embargo, recursos son recursos. Ya teníamos el papelógrafo y lo doblamos en dos partes. Nos dieron un plumón y a trabajar se ha dicho. Luego de un silencio por nuestra ignorancia nos pusimos a trabajar. La tecnología no está por gusto y avanzábamos como los otros grupos y estuvimos entre los últimos al entregar los papelógrafos. Estos fueron intercambiados por otros grupos. Nos dieron el trabajo del grupo Arco iris que obtuvo la nota dieciocho. A nosotros nos pusieron dieciséis. Algo es algo dijo el gemelo de Percy.
Enseguida nos dieron los materiales para construir un reloj, mejor que los que tuvo Montesinos con el dinero del pueblo y superior a los relojes que muestra orgulloso a la prensa Jefferson Farfán. Nuestro reloj era mágico y estaba hecho con amor, coherencia, diálogo y eficiencia. De un momento a otro, empezó a caminar de acuerdo a las citas que nosotros teníamos que planificar con las personas. Las citas eran tanto en la mañana como en la noche. No tenía idea qué iba a ocurrir, pero en mi somnolencia trataba de adivinar qué estaba pasando, porque el reloj caminaba y caminaba. Cada uno tenía su reloj. Todos eran bellos y puso a la gente en movimiento. Nuestro mundo avanzaba con preguntas y respuestas. Después de un buen tiempo, terminamos y después recibimos la orden de comunicarnos con los demás a una hora señalada. Fue fabuloso porque entre las citas que iba a realizar estaban personas con quienes-en su mayoría- nunca había tenido una conversación valiosa, importante. Nuestra población en el trabajo, se convierte muchas veces indiferente o fría como las metrópolis, pero gracias al reloj mágico de Abelardo, sucedió. Yo no suelo conversar con las personas que no están tan cerca a mi entorno. Me considero un solitario, por naturaleza a quien le agrada observar el mundo, después de haber visto el mío. Agradezco a Dios que me ofreció la oportunidad de dialogar con Teresa, Zoila, Guisella, la hermana de Abelardo, Gianinna Pascua, Jorge Matta y Carola. Ellos y ellas bien se merecían un paseo en avión.
El mundo mágico continuaba y nos dieron la oportunidad taumatúrgica de crear aviones. Se hicieron los aviones más bellos que la fantasía de un niño pueda crear, pero, nunca hice aviones. Lo más probable es que haya estado leyendo cuentos de hadas que me regalaba mi padrino. A pesar de ello, me atreví a construir uno para pasear a mis contertulios y a mis amigos más cercanos. Usé mis dedos torpes y mirando a la derecha e izquierda trataba de robar alguna idea para construir este avión. Cuando era estudiante de la Universidad de Trujillo, escuché a González Viaña, escritor, quien nos comentó a un grupo de amigos que cuando estuvo en prisión, por razones políticas, en la soledad de su celda se dedicó a dibujar en la pared  rieles, después dibujó coches, al final dibujó una locomotora, la encendió, se subió a uno de los coches y se fue de la prisión.
Cuando nos pidieron que lanzáramos los avioncitos, la gran mayoría echó vuelo y se deslizaron por los diferentes espacios del gran campo de aterrizaje del Coliseo claretiano. Mi pesado avión apenas tomó vuelo y se precipitó a tierra. Cada uno/a tomaría un avión, escribiría su nombre en una de las alas  y  lo lanzaría para que continúe su vuelo. Nadie quiso tomar el mío,  sin embargo, tuve la ayuda de una excelente constructora de aviones que recibió con cariño mi avión y lo echó a volar. Este avioncito con la ayuda de Katherine y otras personas, se sintió importante y estaba orgulloso de los nombres impresos en diferentes partes de su estructura. A medida que pasaba el tiempo, había más nombres y como el avioncito tenía espacio para todos, aterrizó y me pidió que invitara a las personas comprometidas a través de su nombre. Casi todos los que pusieron sus nombres en él, subieron al avioncito, menos una persona que respondía al nombre de Anita. Investigamos entre todas las Anas y la ubicamos en Inicial. Era la
hora de partir, bendecimos a la disidente y nos elevamos y desde lo alto vimos a varios trencitos cuyos pasajeros iban felices y contentos de haber pasado una jornada de felicidad.

                                                                                          Don Lucas