Es una canción que recuerdo siempre y que me permite acercarme a mi pasado de estudiante en la Universidad. Los libros, los amigos, el Arte, las fiestas, los proyectos futuros y el tiempo inexorable que nos mira desde diferentes ópticas. Una de ellas es la música. Quién lo creyera que mi primera opción de estudio, fuera la música. Quería ser pianista; mis padres, no querían. No me compraron el piano y me contenté, de alguna manera con el Arte dramático, en la ciudad de Trujillo. Sin embargo escuchaba música clásica en la casa de Arnaldo Fernández. Todavía recuerdo su biblioteca donde nos amanecíamos hablando de Literatura, arte, el significado de las palabras y la música de los grandes maestros. La biblioteca de Arnaldo era la más grande entre todas las bibliotecas de mis amigos lectores, en Trujillo. En ella estaban sus libros y muchos libros de su padre que también tenía una buena biblioteca en su casa. Su padre que además de abogado era maestro universitario y le fascinaba los libros como a su hijo. Otra parte de los libros de mi amigo Arnaldo, eran de su tío, el escritor José Eulogio Garrido, integrante de la Bohemia de Trujillo que estuvo formada por César Vallejo, Antenor Orrego, Alcides Espelucín, Federico Esquerre y tantos otros poetas y escritores. Su tío había fallecido y su enorme y valiosa biblioteca estaba le ofreció la oportunidad de llevar algunos libros para que Arnaldo y yo pudiéramos disfrutar de sus páginas. Yo no tenía biblioteca. Apenas, unos cien libros. Mi familia no era lectora. Solo mi madre y yo leíamos en casa. Es por eso que cuando visitaba a Arnaldo, después de una larga plática, regresaba a casa llevando diez a doce libros para leerlos y después, comentarlos en su biblioteca.
Tengo que reconocer que gracias a Arnaldo empecé a comprar mis libros y a leer más. Es una especie de adicción que me hace sentir feliz y que en muchos casos me ha obligado a abandonar mis estudios musicales y otros estudios. Es cierto que aprendí quena con el maestro Alejandro Vivanco y que me dio la oportunidad de enseñar alguna vez y donde tuve un gran discípulo y un gran amigo: Jorge Tovar Serpa. Él me enseñó a amar los rincones alejados del país a través de la música y ambos tocábamos la quena a dos voces, ya sea en las actuaciones del colegio, en la casa de los amigos y en fiestas ya sea en los pueblitos de Huancayo o en Cusco y también, en Lima. Alguna vez formé parte de grupos folklóricos donde tocaba la quena, o el bombo, o mohoceño, además de las tarkas, pinkullo y otros instrumentos musicales.
Aprendí algo de charango con un gran maestro: Juan Condorena y tuve la suerte de tocar cuando inauguraban el coliseo claretiano. Es por eso que cuando escuché a mi alumno Murrieta, de tercer año de Secundaria, tocar el charanguito en la canción TINKU, me emocioné y me olvidé por un momento ser uno de los maestros de Ceremonia, y me convertí en un oyente que estaba disfrutando de esta interpretación de los alumnos de Angelito Urdániga.
Tal vez algunos no lo sepan, pero mis primeras lecciones de saxofón, las recibí de otro maestro, que yo estimo bastante: Manuel León. En aquel entonces, era el Director de Banda de un colegio nacional. Allí estaba el instrumento y me enseñaba al igual que los alumnos del colegio nacional. No era mi colegio. Era el suyo como profesor y los sábados en la tarde, yo estaba como uno más de sus alumnos.
Podrán darse cuenta mis queridos lectores, que detrás de muchos alumnos están grandes maestros. Los maestros tienen que ser reconocidos en todo momento. Es por eso que lo hago cuantas veces pueda. He tenido muchos maestros desde mi profesor de primeras letras que me dio las primeras lecciones de idiomas, De igual manera, mis profesores en el colegio, en las universidades donde estudié, los Institutos donde aprendí algo de Inglés, quechua, francés, italiano, griego y latín. Sé que no lo practico y me olvido de ellos. De ahí, mi mala costumbre de emplear con mis alumnos y alumnas de Primero y Tercero expresiones en diferentes idiomas.
Me alegra mucho que Oswal Canales sea un músico de jazz de primera línea. Siempre con su perfil bajo y una idiosincrasia muy noble y sencilla. Yo no le enseñé nada de música. Solo fui su profesor de Inglés o Comunicación, alguna vez y me siento orgulloso de haber tenido alumnos de la talla de Oswal, Juan Carlos Pajuelo Juan José Chuquisengo Orihuela y muchos más.
Cuando un pueblo canta, está feliz y cuando tocan y cantan Los Golden Jeans, es una alegría especial: En aquel conjunto tenemos a tres profesores claretianos que a través de la primera guitarra, los teclados y la batería demuestran su amor a la música y a la vida. Ellos son Wilson, Ángel y Lucho Rojas. Son los músicos que quedan, además de los citados, el Padre Stalin y Hernán Pinto.
Al final de la jornada, Don Quijote ya no quiere “desfacer entuertos”, recupera “su razón” y se vuelve materialista; en cambio, Sancho le dice a Don Quijote que extrañaba las salidas y los combates. Aquella famosa sanchificación de Don Quijote y quijotización de Sancho me hace recordar que alguna vez cantábamos y ahora ya no lo hacemos. Los profesores jóvenes no conocen esa palabra mágica que se llama Música y los demás, la han retirado de su diccionario. Nunca es tarde para escuchar aún la música que algunos filósofos y los astronautas disfrutaron en su momento dado.
Para terminar estos recuerdos, agradezco a mi primer profesor de violín, el Maestro Valdivia quien me enseñó amar este instrumento y a escuchar a grandes violinistas hombres y mujeres a través de youtube. Todo esto y mucho más forma parte de mis recuerdos sobre estudio, literatura y música y que a pesar del poco tiempo que dispongo, los tengo presente y juego con el tiempo inexorable y burlón para sacarle algunos minutos para aprender a tocar el violín, para leer y también para escribircomo el título de la canción; Aquellos fueron los días (Thosewerethedays).
Eddy Gamarra
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