Una niña de Primer año de Secundaria me dijo con su carita seria y preocupada: ”Profe, en el coliseo, penan”. Entre serio y sonriente le pregunté “¿Quién te ha dicho?”. Ella contestó molesta porque yo tenía una de no te creo “Sí profe, en el coliseo penan”. Ya iba a empezar la oración de adviento, y como estaba en formación, no le inquirí más y me desplacé y recibía los saludos de mis tutoriados. A medida que caminaba y saludaba a los pequeños, vino a mi mente una mezcla de canción y poema que empecé a tararearla:
“Ay pena/ penita pena/ pena de los grandes / pena de los chicos/ pena de muchos amores/ por Dios/ pena…pena”.
Observaba a mí alrededor y empecé a ver fantasmas y calaveras en el mejor sentido de la palabra. Mis ojos se posaron en una de las viviendas de estos seres que ahora funcionaba como comedor. Cuando ibas a comer en grupo, no te molestaban. Al contrario, sentías una paz navideña y una calma chicha. El ambiente se presentaba para el chisme y el “raje”, entre las verduras y el limón, amén de los tallarines de todos los colores y el arroz blanco que acompañaba el cau cau, un lomito saltado, un ají de gallina apetitoso y carne, abundante carne.
Sin duda, era un lugar propicio para calmar la sed y comerse un bocadillo salado o dulce para que sirva de postre a los atribulados fantasmas. Ellos y ellas son tan cuidadosos que nunca son descubiertos. Lo bueno es que son criollos porque les gusta el ají, y cuando pica, da sed, y el que se pica, pierde.
Un pequeño sorbo de agua, emoliente, inca cola o jugo no te hace ni rico, ni pobre. Además, hace calor y la pasión de estas almitas son la torta de chocolate y tres leches.
Estaba tan rica la torta que dieron rienda suelta a su apetito voraz. Y es gente educada porque dejaron una porción de chocolate para que no se reviente la hiel.
Años atrás se les dio por la cultura porque habitaban la Sala de Profesores y al buen estilo de Arthur Rimbaud, se llevaban los libros y revistas, pero no los regresaban.
Tenemos que reconocer la intelectualidad de los fantasmitas que eran intelectuales de primera línea, porque además de la literatura, les gustaba el cine, así que se llevaban los discos y también las revistas y periódicos. Es por eso que debemos leer y leer para evitar que los fantasmas que son tan cariñosos y juguetones se salgan con la suya.
Don Lucas
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