Es una palabra tan valiosa que siempre está en la boca de las personas que creen en la felicidad. La amistad no se aprende en la Universidad. Se encuentra muchas veces en las cosas más sencillas en algún detalle alguna palabra o un gesto. No importa la edad, el trabajo o estudio.
Los amigos llegan en el momento oportuno, rompen la rutina y hasta la persona más seria te regala una sonrisa. Te ofrece palabras de aliento y te agradece por ser su amigo.
Es tan placentero decir que se tiene amigos porque ellos duran para toda la vida. Alguna anécdota, tal vez un libro o una canción te trae a la memoria los nombres de aquellos que sembraron su amistad y que nosotros nos encargamos de regar a través del tiempo y el silencio.
Brindo por ellos y ellas en estos días de mucho trabajo. Allí estaban después de la jornada Antonella y Sandra-las muchachas de la Promoción 70 y pude hablar por teléfono con Valeria que estuvo muy delicada y que logró superar una operación. La presencia de ellas me trae el recuerdo de todos los estudiantes de aquella Promoción con quienes compartí las clases, los consejos y el amor a la música y danza.
No puedo soslayar dos momentos importantes en la reunión que tuvimos en el coliseo cuando se me acercó un amigo, músico, sencillo, noble, para agradecerme por escucharlo en momentos difíciles que él pasaba. Sus palabra me emocionaron mucho que me puse de pie y le di un fuerte abrazo. A veces somos egoístas que no queremos brindar parte de nuestro tiempo a los demás. Yo soy uno de ellos. Ahora que el tiempo me parece tan corto. Trato de usar los minutos que me quedan para leer. Sin embargo, tengo que agradecer a Dios por haberme permitido escuchar a un amigo antes que enfrascarme en la lectura.
Una de mis compañeras de trabajo me dice que soy un ermitaño y aprovecho esta crítica sana para marcar el segundo momento porque debido a mis horarios de estudio musicales, dejo de lado la parte social y a “ sacarle el jugo al tiempo”. No fui al cumpleaños de un amigo, no solo porque prefiero el vino a la cerveza sino que fui egoísta y di prioridad a otras cosas que ya señalé. Aquel momento era propicio para pedirle a mi amigo disculpas. Sé que es mi amigo porque a pesar de ser tan diferentes, es muy servicial, bromista. Tiene correa cuando le deslizamos algún apodo cinematográfico y busca al cuy para ofrecerle perejil y una sonrisa carismática.
Cuando me retiré del coliseo aquella jornada importante, recordé a Toto con quien pasamos tantos años de amistad, música y diversión. Cómo olvidarme de Chacho, tan bromista, juguetón, con un corazón de niño que cantaba sus huaynitos cada vez que sentía nostalgia, fumaba un cigarrillo y su rostro cambiaba de la risa al silencio y mientras lanzaba bocanadas de humo nos trataba con mucho cariño. ¡Ese es mi amigo Chacho!
Para terminar este artículo, quiero mencionar a Julito. Así lo llamábamos muchos de sus amigos. Él ya no está presente pero su recuerdo es imborrable. Amaba la literatura, el ajedrez, el fútbol y otros deportes. Le fascinaba la buena comida criolla y era un maestro a carta cabal. Escribía muy bien. Los profesores de Educación Física y varios de nosotros leíamos su columna “El Murci” donde realizaba sus críticas al deporte claretiano y en especial a sus técnicos. Julio Enrique Vásquez de la Paz era muy generoso y no tenía pelos en la lengua. Cuando tenía que decir algo, lo decía y era un delegado de ADECORE reconocido en el mundo deportivo. Hoy ADECORE 2011 lleva su nombre como el Festival Internacional de Ajedrez Claretiano, sexta edición.
Quisiera escribir sobre mis otros amigos, pero me pasaría en la máquina muchas horas de mi vida. Lo haré poco a poco y cierro este artículo con un agradecimiento a todos ellos y a todos los demás que me brindaron su amistad. Voy a repetir las frases que Élber suele decir a Jorge: “A pesar de todo…seguimos siendo amigos”
Eddy
No hay comentarios:
Publicar un comentario