Este “shabatt” judío se tornó
claretiano porque pude saludar entre tantas personas a mis amigos. Uno de ellos
fue el “viejo” Montenegro. Así lo llamamos con cariño y cuando trabajaba con
nosotros, siempre con la sonrisa en los labios y una vitalidad que muchos
quisiéramos tener, Lucho Montenegro era toda una institución en el mundo de la
regencia y de los amigos.
Me acuerdo un día, nos invitaron
a una fiesta y no sé cómo tocaron un “pasodoble” que lo había visto bailar
cuando era niño. No me explicaba a quién se le había ocurrido poner esa música
que la gran mayoría desconocía. En ese momento, Luchito Montenegro sacó a
bailar a una damisela de “sin cuenta” y bailaron como si fuera algún lugar de
España antes de la Guerra Civil. Todo un maestro en el arte de bailar.
Nosotros, que ya habíamos tomado algunas copas de vino o cerveza celebrábamos
aquel baile con ole por aquí, ole por allá, como si fuera una corrida de toros.
¡Que Dios te bendiga Luchito!...Un abrazo de todos tus amigos y un agradecimiento
especial para Élber por haberlo traído.
Otro de los grandes amigos es
Jorge Tovar, quien me estaba buscando para saludarme por mi cumpleaños que era
el domingo 10 de noviembre. Yo estaba en la cancha 5, que era la última, es por
eso que no podíamos vernos. Sin embargo, Jorge Tovar que es insistente,
continuó la búsqueda y me encontró al final. No pude atenderlo porque los
partidos de fulbito entre los exalumnos eran seguidos y no había respiro.
Apenas tuve tiempo de comer el sánguche y la gaseosa que me invitó el
Presidente de exalumnos. Lo del sol y la erisipela, me vino gratis. Eso pasa
por no traer mi sombrero. Emilio me quiso prestar el suyo, que era un sombrero
de hacendados, pero no me entraba. Yo soy XL.
Tuve la suerte de ser Presidente de
mesa de dos equipos: La Promoción 73 y la Promoción 77. De ellas guardo buenos
recuerdos. No todos fueron mis alumnos, pero la presencia de César “Chalaca
Gonzales une a los exalumnos. Allí estaban en la cancha Bonilla que no
solamente fue un buen alumno sino también un excelente futbolista y excelente
profesional. Butrich, inconfundible con la barba gris y su talla que destacaba
entre sus compañeros. No recuerdo a todos los que jugaban en la 73, pero
también vi a Zorrilla y tengo que destacar que Rotalde sigue sorprendiendo con
su juego elegante y efectivo. En la barra distinguí a Rivarola que era
basquetbolista de la selección del colegio y a otros “muchachos” de la 77.
Fue un buen partido donde
cualquiera podía ganar. Hay que reconocer que “Chalaca” aunque ya no estaba
para las chalacas, trató en varios momentos de hacer un gol de cabeza, pero no
tuvo suerte. Lo mismo pasó con Butrich, pero el tiempo, enemigo cruel, y el
físico les jugó una mala pasada. De todos los partidos que se realizaron, fue
el más limpio, el más guerrero y un ejemplo para todas las otras promociones
que el buen claretiano lo fue, es y será un ejemplo para las promociones
venideras.
El otro equipo, es decir la 77
fueron mis alumnos alguna vez. Allí estaba un gran amigo y exalumno. Para mí
resulta emblemático y lo relaciono con el inicio de CIEN AÑOS DE SOLEDAD,
cuando un familiar del coronel Aureliano Buendía lo llevó para que conociera el
hielo. Wálter fue con su padre al colegio para que alguien le enseñara a jugar
básquetbol . Era un niño apenas, siempre con unos quilitos más. Yo estaba
presente y jamás pensé que Wálter llegaría a ser uno de los mejores
basquetbolistas que el colegio claretiano tuvo en sus buenas épocas. Pero
Wálter no solo destacaba en deporte sino que era un buen alumno y una gran
persona. A través de él saludo a todos los “chicos” de la 77 y pido a Dios que
siempre los bendiga.
No fui el organizador pero saludo
a los profesores que estuvieron presentes allí como César Bejarano, Emilio
Acuña, Élber Mejía, Ýlder Mendieta, Francisco Angulo, Pepe Correa, Carlos
Ramírez, Jorge Taico y todo el equipo de Educación Física.
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