El jueves 31 de octubre en la
mañana, escuchaba a los amigos sobre qué
planes tenían para esta noche.
Las respuestas eran de acuerdo a la edad y al
estado civil. Los que tienen de Cuarenta años para arriba se saludaban por el
Día de la Canción criolla. Los más jóvenes, entre hombres y mujeres
manifestaban que irían al club o a la casa de un amigo o amiga para celebrar el
Día de las brujas. Su preocupación sería cómo irían vestidos. Algunas ya habían
alquilado su vestuario; otras,
prefirieron comprarlo. Mi compañera…de trabajo lo confeccionó con la ayuda de
su madre. Yo le regalé una calabaza y un paquete de caramelos para los niños y
niñas que encontrara por la calle con el sonsonete de “Halloween…Halloween”.
Mis amigos de cuarenta para
arriba celebrarían con cerveza cusqueña helada y anticuchos, pancitas,
choncholí y un pan con chorizo y
bastante mostaza y ají. Cantarán algunas canciones criollas acompañadas
de algunas lágrimas por esta canción que reza así: “Yo la quería patita/era la
chica más buenamoza del callejón/y Ud. Compadre que me conoce yo soy
derecho/que no podía corresponder a su corazón” Espero no haber cambiado la
letra, porque más adelante decía: el blanquiñoso que la quería, la abandonó…y
¡Salud! por aquí…Salud por allá. ¡Qué
viva el Día de la Canción criolla!
Las mamás con niños de meses a diez años, preocupadas
por el disfraz de sus angelitos. Listas con sus calabazas y una tiza blanca
para marcar en las puertas: Miserable, judío, coñete y de repente alguna
maldición con la ayuda de sus mamis. Menos mal que vivo en edificio y veía
pasar desde mi ventana a las brujas que gritaban a voz en cuello
¡Halloween…Halloween!
El gran negocio de las tiendas
que alquilan disfraces y de las confiterías que vendían caramelos, chocolates,
chupetes a granel. Es más, ahora las mamás se disfrazan también y gritan con
esa voz que amenazan al padre de sus hijos Halloween…Halloween,.. Ahora vas a
ver ¡Pascanita…pascanita! Es la que te voy a dar, ¡Sinvergüenza!
Si vemos todo el desarrollo de
esta fiesta importada de Estados Unidos, encontraremos un nuevo elemento en
esta parafernalia de globos, calabazas, brujas y bulla: Los ladrones quienes se
roban las cámaras fotográficas, celulares, filmadoras y las carteras de las
mamacitas que con tanto esfuerzo se prepararon para el 31 de octubre. ¡No es
justo!
Los pobres maridos tienen que
ahorrar desde Julio para comprar o alquilar vestidos, una nueva cámara
fotográfica y una fiestecita que tendrá que realizarse en la casa porque la
bebe no se puede quedar atrás de las otras niñas.
Algunas personas de otra religión
que no sea la nuestra, se paseaba por el
bulevar de Magdalena gritando a voz en cuello que el Halloween es una fiesta
del demonio. Con silbatos y bombos le dicen a la gente de las maldades de
Satanás y las brujas malvadas que se han alejado de Dios. La mayoría de las
personas que celebran el Halloween son católicas, pero en esos días se olvidan
de su religión y que siga la fiesta.
Una vez que pasa el 31 de octubre
los que celebraron El Día de la Canción criolla, se levantan tarde, porque las
calles están desiertas. Se dirigen al mercado para tomar un jugo de papaya, o
tal vez un cebichito con una cervecita bien helada, ”para cortarla”. Si no es
de esa manera, podría ser un caldo de gallina o agua helada para refrescarse.
Ya no se acuerdan de Felipe
Pinglo Alva ni de las intérpretes de la música criolla. Fue un buen motivo para
tomarse unas cervecitas y “mover el esqueleto”, me decía un señor del Callao.
Nuestra música criolla que no es conocida por los jóvenes va desapareciendo
lentamente como los grandes intérpretes de antaño.
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