En los versos de verano
Percibo el olor temprano
De naranja y mandarina
Para poderles contar
Que en mi entrañable Huaral
Unas son de cal
Y otras son de arena
Como la canela fina
Que aceptó mi corazón
Panetón, Clavo de olor
Y un chocolate con pasas
Para esta navidad
Que a decir verdad
Con el corazón en la mano
Brindo por el Claretiano
Que es mi felicidad.
. . .
El tiempo no pasa por gusto, me contaba Don Julián, cuando llegó al colegio. “Antes en mi niñez, salía a mataperrear con mis amigos del pueblo. Y como hacía calor, usábamos “sayonaras” porque había que cuidar los zapatos. Si se presentaba una pichanguita, jugábamos descalzos y para calmar la sed después del partido, bastante fruta.
Luego me vine a Lima a trabajar al colegio. Tendría más o menos diecisiete años. Era el más joven de los trabajadores del colegio y me gustaba el trabajo y el fútbol. ¿ A quién no le gusta este deporte?...supongo que a todos, porque en los primeros años en el colegio, los profesores jugaban los sábados. Yo también jugaba. Si eran partidos importantes me ponía mis chimpunes y daba gracias a Dios por los excelentes goles que yo metía. Si se trataba de un partido más, tenía mis zapatillas que las había traído de Huaral y que me hicieron goleador en mi barrio. A la hora del trabajo, guardaba mis zapatos con suela ancha y alta para que me dé unos centímetros más y para que no me maltraten los riñones. Con el tiempo y mis ahorros, me compré un par de zapatillas de marca para visitar a mi novia que hoy es la madre de mis hijos. Estaba orgulloso de mis zapatillas hasta que un día que me demoré en la casa de mi novia. Cuando caminé dos cuadras para tomar una combi, unos malandrines me asaltaron y me quitaron mis zapatillas. Toda la semana estuve triste y no quería visitar a la chica. Esa noche regresé a mi pensión con medias. La gente del microbús me miraba de una manera rara y yo sentía vergüenza. Era la primera vez que me robaban. No veía el momento de llegar a mi barrio y meterme a mi casita y no salir nunca. Una vez que estuve sentado en mi cama, busqué unas fotos de Huaral, y cuando vi la foto de mi viejita, me puse a llorar.
Poco a poco me di cuenta que la vida es muy importante y las zapatillas, también. Le pedí un préstamo al Padre Gorostiaga y menos mal que me prestó. El padrecito era muy bueno. A pesar de su edad, manejaba muy bien los números hasta que un día se extravió su cuaderno negro de préstamos y averiguó por todas partes, pero nunca apareció…Se acabaron los préstamos. El Padre Alejo escribió un libro de matemática de Secundaria. Sería bueno que estuviera en la biblioteca del colegio como una reliquia, pero no creó que Noé lo busque porque desde que ha salido su foto en un texto de una editorial conocida, está un poco sobrado, tan sobrado que cada vez que lo veo y lo quiero saludar, se pasa de frente.
“El tiempo pasa…nos vamos haciendo viejos” , es una canción de una gordita argentina que canta lindo y me llega al alma…mi pueblo, los grandes partidos de fútbol de antes, sin tanta patada ni fair play, las cebichadas que los Padres de familia nos invitaban, nuestro padrino, El Padre Isidro y los profesores que jugaban antes como Chicho, Eddy, El profesor Rebolledo, El “Cholo” Díaz, el profesor Deustua, Julio Enrique Vásquez y muchos más. Fueron épocas gloriosas con Daniel, Felipe y su trompeta mágica,. Manuel y tantas estrellas del fútbol de Servicios. Hoy tenemos a nuevos compañeros que juegan muy bien y ya el físico me reclama. Será porque los años no pasan por gusto. Subí de peso y después bajé muchos kilos y me tengo que cuidar porque la vida es asi
Les contaré que me he comprado un par de zapatos por si acaso uno de mis hijos se casa y hay que estar prevenidos. Sin embargo, les diré que cuando estoy en mi hogar, me pongo mis sayonaras, descanso y recuerdo mis años de adolescencia en Huaral. Después de cuatro décadas, he comprendido que los pies soportan todo el peso del cuerpo y me he decidido a cuidarlos. Es por eso que mi nuevo calzado está cerca de Dios porque guardaba hace mucho tiempo unas hermosas sandalias que el Hermano Pedro me obsequió y hoy las luzco a toda honra que mi amigo Eddy me dice que son las sandalias del pescador”.
Recuerdos inolvidables que me llenan de nostalgia y me ayudan a vivir, con entusiasmo y alegría.
ResponderEliminarGracias Eddy