Salí de prisa aquella tarde porque tenía que pagar mis deudas. El tránsito estaba imposible y la fila de la telefónica también. Usé mis recursos de la tercera edad. Empecé con un andar cansino y el policía me dijo “Pase Ud. Señor”. Realicé mis pagos y tomé una combi asesina para llegar a Metro. De ahí caminé lo más rápido que pude para llegar a las cinco…a las cinco de la tarde, escuchaba en mi mente. Me dio temor. Nada con el llanto por Ignacio Sánchez Mejías y todo por mi colegio. Caminé y caminé con los zapatos de Villa El Salvador, y a lo lejos vi una figura oriental con una relación bajo el brazo y a Papa Noel cerca de él. No había probado bocado, ni agua…morir de sed habiendo tanta agua….¡No!...de ninguna manera. Me compré un chup de lúcuma de cincuenta que Mechita-nuestra orientadora- se animó a probar. Allí estaba el ómnibus y los alumnos, también….Alguien faltaba. Subimos al carro. Dentro de la movilidad estaban los alumnos y alumnas más destacados de la Secundaria, además de nuestros dos campeones. También estaba El Padre Ronel, el Profesor Wilson, La profesora Kathy, tutora del Quinto año “D”. Ella estaba muy contenta por su alumno campeón y los otros profesores que acompañábamos a los estudiantes, también. Nuestro Coordinador de Sociales iba adelante con la profesora Paz. Yo estaba sentado cerca de mis alumnas de Quinto año, quienes jugueteaban con alguna canción que aprendieran en Primaria. Melisa, Antonella, Fabiola y Jazmín, cantaban como si fuera ayer…parece que fue ayer…e íbamos por una larga ruta de nunca terminar. Parecía que envejecíamos minuto a minuto mientras recordábamos los buenos tiempos con tanta emoción que Chicho y yo nos quedamos con las cabezas que nevaban como el Alpamayo….”Llevo en mi memoria los lugares/donde fuimos juntos a beber/soñando nos pasábamos el tiempo/qué grandes cosas íbamos a hacer…”
Unos reían, otros guardaban silencio, mi diseñadora dormitaba y yo también. San Miguel de Miraflores estaba a la vista y la congestión vehicular nos sacaba la lengua como Einstein al mundo…La Avenida Benavides y nosotros que luchábamos palmo a palmo con ella y los microbuseros de hora punta. Mechita preocupada que la escolta estuviera como debe ser. La escolta de Cuarto año estaba concentrada para esta magna realización y el colegio Juana Alarco en una esquina de La Benavides nos esperaba con las puertas abiertas, pero como había varias combis que recogían a las estudiantes, el ómnibus no pudo entrar.
Logramos ingresar en orden al colegio emblemático y nos dirigimos a un auditorio muy cómodo de asientos rojos. La mayoría de nuestros profesores estaban adelante y acompañaban al Padre Director. El Profesor Wilson y yo, atrás con los estudiantes. Nuestros campeones: Zúñiga y el alumno Inostroza, junto a los estudiantes que habían ganado en sus categorías. Se procedió a la premiación y los claretianos premiados fueron ovacionados por sus compañeros y maestros. Algunos estudiantes premiados tomaron la palabra. La primera, del colegio Mayor dirigió unas palabras al público. Se notaba que era un discurso con términos estereotipados y de raigambre tradicional. Sin duda, parecía el discurso decimonónico en el siglo XXI. El segundo estudiante, leyó dos hojas y cuando invitaron al alumno Carlos Zúñiga para que diera algunas palabras al público, él improvisó con mucha sencillez y seguridad y pronunció un discurso que no necesitaba de palabras rebuscadas sino ofrecer a los jóvenes estudiantes un agradecimiento a las empresas organizadoras, a sus Padres, maestros…¡Felicitaciones tanto para el alumno Zúñiga, cuanto para el estudiante Inostroza, que también es un excelente orador.
¿ Y la escolta?...Mechita estaba preocupada y estaba buscando un espacio para que ellos y ellas marcharan…Wilson sugirió cantar el himno Claretiano. Yo me moría de sed y los chicos y chicas de hambre…Emilio se estaba preparando para lanzar tres hurras por el colegio. Recordé que Chachito me dijo que eran dos y en medio de la confusión, habló una señora de la UNESCO. Todo empezó a las mil maravillas y cero bizcotelas…la dama hizo una apología al buen uso de las palabras, el encanto de su voz, medía a cien y mi sed a diez, pero cuando hizo alusión a la frase de Zavalita, el personaje de Conversación en la catedral , sus palabras provocaron una situación incómoda en los alumnos y alumnas de Cuarto y Quinto año. Cómo era posible que esta señora manifestara que Zavalita dijo: “En que momento se fastidió el Perú”…si Martha Hildebrandt hubiera estado presente, se armaba la tole tole. Como hubo varios discursos que yo no estoy acostumbrado a escuchar con beneplácito, una de las personas de la mesa de honor exhortó a los estudiantes a trabajar con alma, vida y corazón, probablemente quería hacer alusión al vals peruano Alma, corazón y vida que nuestros chicos y chicas corrigieron oportunamente. Eso no fue todo: Antonella, Melisa, Jazmín y Fabiola contaban las veces que las personas mayores que hicieron el uso de las palabra, decían “sinó”, cuando en realidad es sino (palabra grave)…yo estaba en mi salsa a pesar de no haber almorzado.
Los premios estuvieron buenos y nuestros chicos se lo merecen. Un chico de Cuarto año, ganó un libro de Vargas Llosa y la abuela de Carlos Zúñiga ganó El sueño del celta. El Padre Ronel prometió un desayuno para el día siguiente. Estábamos con suerte, sin duda que estuvimos a punto de “ponernos en pie”. Estuvo exquisito y los alumnos, alumnas y nosotros disfrutamos de ese momento. Llegamos al colegio. La mayoría de los Padres de Familia esperaban por sus hijos, y todos nos fuimos a descansar felices y contentos porque nuestro colegio una vez más salía triunfador como nuestros chicos y chicas de la natación. El mundo numismático cerca de nuestras estrellas.
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